jueves, 7 de octubre de 2010

Guerra de divisas

Hace dos años y unos pocos meses, la gran preocupación en todo el mundo era la velocidad a la que crecían los precios, en particular de los bienes primarios, o commodities.
Entre el inicio de 2006 y el verano de 2008, el petróleo pasó de 60 a 135 dólares por barril (el West Texas), mientras que el maíz y el trigo casi triplicaban su precio normal, y el aceite de cocina y el arroz lo multiplicaban por más de cinco veces.
Pero eso pasaba en julio de 2008, y para septiembre, ahora sí hace dos años exactamente, la dinámica internacional cambió por completo: la quiebra de Lehman Brothers anunciaba el inicio de la peor crisis económica global desde la II Guerra Mundial.
Y a todo mundo se le olvidó cuál era la tendencia anterior, porque todos nos preocupamos por lo diario: de qué tamaño sería la recesión, cómo podrían enfrentarla los gobiernos, y más de cerquita, qué hacer para reducir el golpe en nuestra situación personal. Pero, como todo, la Gran Recesión se ha terminado. Ya la National Bureau of Economic Research (NBER) le puso fecha al fondo, alcanzado en junio de 2009. De entonces para acá, las cosas han venido mejorando. Unas más rápido que otras, e incluso algunas casi sin mejorar, pero en el conjunto ya las economías más importantes del mundo, incluida la nuestra, están en otra etapa. Ya no es la recesión.
Lo lógico sería que una vez pasado ese momento, las tendencias previas regresaran. A menos, claro, que la Gran Recesión hubiese transformado la estructura de la economía mundial. No parece que eso haya ocurrido, hasta el momento, de forma que deberíamos esperar el regreso de las presiones en los precios de bienes básicos.
Bueno, pues ahí están. Trigo y maíz tuvieron una racha inflacionaria que parece haberse detenido un momento, pero el oro no se detiene, y dos o tres veces por semana está rompiendo su récord de precio. De aquella onza de oro a 35 dólares de los tiempos de Bretton Woods no queda nada, ahora se consigue a poco más de 1,300 dólares cada una. Y cuando los precios de los bienes básicos suben, uno debería buscar la explicación en dos hipótesis. Una es que hay un creciente desequilibrio entre oferta y demanda que explica el alza en el precio. Es decir, que de pronto se está produciendo menos trigo o menos maíz, o que a la gente le ha dado por comer más pan y tortillas. Claro que eso no explica la demanda de oro, pero puede ayudar a explicar la dinámica general de estos bienes. No se perciben cambios en demanda u oferta de magnitud suficiente para explicar lo que ocurre.
La otra hipótesis es que no es que los bienes primarios estén subiendo de precio, sino que la moneda de referencia está bajando el suyo. Esto, de hecho, es lo que explica la mayor parte del cambio de 2006 a mediados de 2008. En esos 30 meses, el dólar, que es la moneda de referencia para los precios de los bienes básicos, perdió valor frente a las monedas principales. Frente al yen, se depreció en 7.4%; frente a la libra, en poco más de 10%, y frente al euro en 22%. Incluso frente al peso se depreciaba: usted recordará que eso fue lo que llevó a varias tesorerías de grandes empresas a apostar a favor del peso, especulación que los agarró con los dedos en la puerta justamente hace dos años.
Bueno, pues esa tendencia devaluatoria del dólar parece haberse recuperado. En los últimos meses (desde abril o mayo), el dólar se ha devaluado poco más de 10% frente al yen, casi 6% frente a la libra, y un poco más frente al euro. La rapidez de la devaluación del dólar frente al yen tiene muy preocupado al gobierno japonés, que está intentando reducirlo. Este martes el banco central de ese país redujo sus tasas a prácticamente cero, y la semana pasada había estado comprando dólares para evitar la caída de su precio. Intervenciones directas del banco central, manipulación del tipo de cambio, flotación sucia, o como quiera llamarle, lo que estamos viendo es una secuencia de escaramuzas que varios columnistas en Estados Unidos llaman ya la “guerra de las divisas”.
La mayoría interpreta lo que está pasando como reacción a la Gran Recesión. El argumento es más o menos como sigue: puesto que la caída económica dejó un desempleo que no cede, los gobiernos están intentando devaluar su moneda para impulsar sus exportaciones, y con ello obtener un crecimiento que genere empleos. Esto en otras palabras quiere decir que los gobiernos estarían reduciendo conscientemente el valor de los salarios (medidos en divisas) mediante la devaluación, para con ello “jalar” los empleos de otros países al suyo. En economía internacional a esta política se la llama “beggar thy neighbor”, empobrece a tu vecino, puesto que al devaluar, se busca no sólo venderle más al vecino, sino comprarle menos.
El problema de este tipo de políticas es que cuando todos la siguen, todos acaban empobrecidos. Algo así precisamente se hizo alrededor de la Gran Depresión, ampliando el efecto de la contracción económica. Y tal vez por ello tantos analistas están viendo en lo que hoy ocurre una repetición de aquel fenómeno.
Sin embargo, parece más probable que lo que estemos viendo hoy no sea un intento
general de una guerra de divisas, sino la recuperación de la tendencia previa a la
Gran Recesión. En esos años, de 2006 a 2008, hubo grandes explicaciones acerca del
fin del mundo, ya fuese por el fin del petróleo, o por la falta de granos, pero pocos
percibieron que el alza de precios de los bienes básicos se explicaba mejor por la
devaluación del dólar que por desequilibrios en los mercados de básicos. Hoy parece
ocurrir lo mismo: encuentran explicaciones en otras partes. Lo que hay que explicar,
me parece, es por qué el dólar perdía valor frente a otras monedas entre 2006 y
mediados de 2008, ¿ y por qué vuelve a hacerlo ahora ?

El Universal
Jueves 07 de octubre de 2010

Por Macario Schettino

No hay comentarios:

Publicar un comentario